<<Suena el teléfono y yo sé quién eres... Quieres encontrarme en alguna esquina para conversar que te sientes harta... Amiga mía... Salgo a la calle y me subo a un taxi. Tranquila, ya llego. No te derrumbes. Ya casi estoy. Solo unos cuantos kilómetros más. Ya estoy. Abro la puerta del taxi, me bajo con decisión, doy un portazo y corro hasta donde sé que estás. Te entregas a mí en un abrazo y, al ver tu rostro, no puedes contenerte más:
- ¿Hasta cuándo voy a tener que soportar un trabajo con tan malas condiciones? Si no fuera porque necesito el dinero, ya habría dejado de servir a ese señorito, que no hace más que llamarme “cenicienta”.
- No te preocupes más. No merece ni un minuto más tu desgaste. Tengo todo preparado. Esta situación es insostenible y vamos a dar el giro que necesitas. ¡Confía en mí!. El plan está listo. Ven...>>
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